lunes, 17 de marzo de 2008

UN AÑO DE HABERNOS "INUNDADO" DE ALEGRIA

Diecisiete de marzo. Te despertás a las 12 del mediodía, no podías dormir, estabas muy emocionado. Le pusiste stop al grabador que estuvo sonando toda la noche. Abrís la ventana: esta nublado, como en el 2002 pensás; buen augurio. Lees en el diario que van a pasarlo por la radio. Te pegas un corrida a Musimundo, te compras 3 cassetes bien vintage, los metes en el grabador y le decís a tu papa que a las 10 le ponga REC. Te bañas. Llamás a un par de amigos, arreglás. Comes algo liviano, prendés la tele. No hay nada. Te vestís. Ves que el día esta cada vez menos nublado pero igual te llevas la camperota rompevientos. Agarrás cambio, las llaves, el teléfono, y sacas del sobre esos dos papelitos que estuvieron esperando en tu armario desde diciembre. Te los metés en el bolsillo con la delicadeza de una bailarina rusa, los tapás con la remera y echas a andar a la casa de tu compañero. Llegás, esperas a los demás. Se ponen en clima. Discuten sobre esa noche, hablan, cantan, se sobrexcitan, se vuelven a calmar. La frase "no lo puedo creer" se repite varias veces. Se hace la hora y es momento de comenzar la odisea. Caminan hacia el recinto de encuentro. Te palpan, te chistean, hasta que solo queda la recta final. Te rasgan el papelito y la euforia te empieza a subir por la garganta. Subís las escaleras y allá estas: gran espacio con gradas y un campo abierto dividido en dos: la gente pudiente y la gente "quiero disfrutarlo con el tumulto de personas boló/no tengo plata". Y arriba están aquellos viejos veteranos de la música. Los ves, y tienen la misma edad de tus progenitores. Disfrazados de adultos pero con el adolescente adentro que les esta por explotar. Ves en sus ojos años y años de experiencia pero mientras se sientan en su lugar, notas aquella emoción de pre adolescente, ese brillo en los ojos como cuando tenías 4 años y veías a Papa Noel. Viajan en rebaños, como un “club de”, no se conocen, pero se hablan como si se conocieran de toda la vida. Conversan sobre aquel 2002, o mas interesante aun, aquellos años que los unen, esa pasión que comparten que nació allá por los '70. Verlos y escucharlos te llena de nostalgia. Mientras pasa el día, una banda con nombre de vehiculo te taladró la cabeza, y después una portorriqueña te llevo en un vuelo caribeño. Mirás el reloj y empezás a considerar que el tiempo se regenera. Ya anocheció y las luces se encienden. Canciones de fondo… ya no sabes que hacer, pensás en tirarte a dormir un rato pero los acomodadores te lo impiden.
Son las 9.45 y ves que hay humo en la pantalla que durante todo el día mostró una botella de whisky, un vaso y una radio setentona en un living iluminado por un sol de los 70.
Una mano aparece.
Y te emocionás.
Empezás a chiflar. La mano deja las cenizas de su cigarrillo y cambia la canción en la radio.
La canción cambia en el estadio.
El show empezó.
Suenan canciones de los 70, mientras la mano sigue fumando y tomando su whisky. Se siente la euforia alrededor, como una nube pesada encima del estadio. Es euforia pero no histeria, no hay nadie gritando. Todos están muy atentos, como en una cátedra, observando cada movimiento de aquella pantalla. El silencio es conmovedor.
La botella casi vacía. La mano cambia desesperadamente "Dancing Queen" del grupo ABBA, único grupo que superó las ventas de esta legendaria, y se oyen chiflidos al escuchar esta canción; cambia y empieza una canción jazzera.
Se apagan las luces.
Y la euforia contenida por horas se suelta en chiflidos y aplausos.
Se prende una luz a la izquierda del escenario y podés ver una cabellera canosa que sonríe a 60 000 personas que lo aplauden, chiflan, y respetan.
La mano apaga la radio.
Y la mano se va.
Con el living y la botella.
La imagen cambia a un ejército de martillos caminantes y empieza una canción familiar, que te remonta a una protesta a la masificación. te sentís en el 79, y el riff de la guitarra te pone la piel de gallina. Finaliza la canción y ya cuando estas parado arriba de la silla preparado para lanzarte arriba de aquella leyenda, él con su voz sedante dice en un castellano precario, "Gracias, bienvenidos". Te sentás cuando él en medio del silencio pronuncia las palabras, "mother do you think they'll drop the bomb?" y el estadio estalla en gritos pidiendo mas.
Las canciones pasan y la hipnosis es cada vez es mayor.
Para la parte nostálgica, sonaron las canciones para aquel otro, aquel que no pudo seguir en el camino. Esas fueron las que realmente tocaron los corazones de todos. Las lágrimas se escapaban de los ojos de aquellos adultos que tuvieron la suerte de conocerlo.
Las canciones políticas se llevan todos los chiflidos. Para "Leaving beirut" el artista cuenta como una familia afghana lo refugio en su casa cuando tenia 17 años. En la estrofa: "Oh George (Bush), oh George, that Texas education must have fucked you up when you were very small", la gente sucumbió. Los chiflidos y los aplausos en aprobación fueron apabullantes.
Luego, en aquella canción sobre la clase alta, aquel rebaño… Apareció. Lo que todos esperábamos para que el recital de esta banda se concretara. Un animal de granja inflable se apareció por detrás del escenario y voló sobre nosotros. Sus inscripciones causaron furor en el público, mientras el riff de la guitarra ya afónica seguía desgarrándonos el alma.
Un intervalo de 15 minutos te deja respirar y digerir lo que acabas de presenciar.
Una luna en la pantalla se va haciendo mas grande mientras los minutos pasan.
Las luces se vuelven a apagar, y esos sonidos que escuchas todas las noches antes de irte a dormir, vuelven, magnificados, por todo el estadio, te llenan, te acechan, te dan escalofríos.
El disco pasa con cada canción aplaudida como si fuera la última.
Saludan, se van. Pero las luces no se prenden.
Vuelven en encore.
Y esta vez la energía se siente.
No hay un alma en el estadio sentada, están todos parados, aplaudiendo y venerando al prócer de la música.
La canción que todos esperábamos para poder saltarla y expresar nuestro enojo contra el sistema. Cada persona la coreó y se sintió, el estadio latía con cada "We don’t need".
La noche cierra con una canción nostálgica, recordatoria del altibajo que sufrió el ídolo. Los coros no faltaron.
Y así como vino, se fue, dejándonos con ganas de más, con el gustito de una victoria, con el sabor del hecho realizado.
Salís de la cancha, buscása tus amigos, todos está sudados y rojos, sin fuerzas para caminar.
Se tiran en la estación de servicio a descansar.
Se vuelven cada uno para su casa, te subís al ascensor. Llegás.
Todos te preguntan "cómo fue??! cómo fue?". Tu respuesta es muy clara: te apoyas contra el marco de la puerta, echas un suspiro y seguís caminando a tu cuarto.
Te sentás en tu cama, mirás alrededor y te recostás.
Apagás la luz y ponés en el grabador el cd de todas las noches, aquel que marcó tu vida: ese que la tapa es un triangulito que le entra luz por un lado y le sale un arco iris por el otro.

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