jueves, 18 de diciembre de 2008

ACÁ NO ES SOLO ROCK N ROLL

Los Ramones jamás tocaron en un estadio al aire libre en Estados Unidos y acá se despidieron en River, llenamos 5 River con los Stones, fuimos el único país en el que Madonna hizo 4 shows en su última gira y Keith Richards “no podía esperar para llegar a Argentina” en el 2006. Convertimos cualquier canción de cancha en una alabanza al artista, nos ponemos las remeras y las vinchas, acampamos 3 días antes del recital, si llegamos últimos en 10 minutos, entre golpes y empujones, estamos contra el vallado. Nos subimos a caballito y tapamos a los de atrás, nos quedamos afónicos, lloramos, nos llevamos el mundo por delante cuando hacemos “pogo” y también nos desmayamos porque no podemos respirar. Todo esto desde arriba se debe ver espectacular; 50 mil personas estirando los brazos porque están tocando el cielo con las manos, 50 mil personas empujandose, pisandose, golpeandose para llegar a estar a 1 metro y medio de la banda, 50 mil personas transpirando euforia que se adhiere al de al lado porque no hay apenas un milimetro entre cada persona. Por eso no nos sorprende cuando al final del show nos dicen: “¡Argentina, son el mejor público del mundo!”. Pero hasta la más linda de la clase se cansa de escuchar que es la más linda. Y ¿cuál es el termómetro que mide cuál es mejor y cuál es peor? Solo nos podemos fiar de los testimonios de los artistas que muchas veces resultan ser demagógicos. Sin embargo, son muchos los factores que indican que Argentina es la tierra santa de la música en vivo, lo que nos deja con una única pregunta: ¿Por qué?.

El 2 de julio del 2005, dos millones de personas reunidas en el Hyde Park de Londres presenciaron el show más grande de la historia en la que 80 artistas internacionales hicieron sus presentaciones para combatir la pobreza en África. Eran dos millones de personas. dos millones de personas para ver las mejores bandas que pisaron esta Tierra. dos millones de personas en sus respectivos lugares, sin empujar, cada una pudiendo respirar su propio aire. ¡dos millones de personas! La gente que estaba afuera cantaba y bailaba o miraba el recital desde los televisores de los negocios de electrodomésticos. Por otro lado, medio año después el 21 de febrero del 2006, los Rolling Stones hicieron su primera presentación en Argentina de la gira A Bigger Bang en el estadio de River Plate que tiene una capacidad de aproximadamente 70 mil personas. Unas horas antes de que empiece el show la gente sin entrada estaba pedreando a las personas de control y a los periodistas. Las puertas de emergencia se tuvieron que cerrar para que la gente no pueda colarse y salieron lastimados algunos de los que ingresaban con entrada. Dentro de la cancha, el público era el protagonista. Las plateas vibraban por los saltos de la gente del campo y los gritos y aplausos se escucharon por todo el barrio de Nuñez. Si estabas en el campo, la gente desmayada te pasaba por arriba llevada por la gente como los rockstars cuando se tiran al público, solo que parecían bolsas de papas. 70 mil personas hicieron lo que dos millones ni siquiera se animaron a soñar. “Yo tuve la suerte de ir a recitales en exterior y lo que pasaba es que había mucha gente que se paraba y se iba. Hay una sobreinformación. Ellos al tener tanto acceso a ese tipo de shows en lugares que quizá son muy chicos, con una imagen del artista muy diferente a la que tenemos nosotros, están como más cansados. A nosotros nos viene una vez cada tanto un artista así y vamos muy cebados y pasa lo que pasa.”, dice Juan Ortelli, periodista de la Rolling Stone.

“Yo creo que los argentinos tenemos algo con el 'hacer quilombo'. En el colegio es '¡hagamos quilombo!, en la facultad de nuevo '¡hagamos quilombo!', salís con amigos y la salida no es buena hasta que hiciste quilombo. En los recitales se potencia todo y querés hacer más quilombo que nunca, te olvidás te todo. Capaz tirás a alguien al piso y seguís para adelante, ni pensás. Y por hacer tanto quilombo nos creemos los mejores”, dice Walter Leiva, conductor de CM Vivo en CM. Y es que no hay un recital en el que no se salte o se revoleen remeras. Esa es nuestra manera de decirle al artista que haríamos cualquier cosa por un reconocimiento. Nos encanta subirle el ego a nuestro ídolos, cantándole canciones, gritándoles “¡te amo!”. “Habría que pensar que significa esa frase. En un mundo lógico, el mejor público del mundo sería el que se comporta civilizadamente, el que no molesta a los demás, el que respeta el espacio y los bienes del otro. Aqui, creo que significa "el que más le exhibe su devoción al artista", los que se mueren por demostrarle a un tipo que toca la guitarra que somos capaces de hacer cualquier cosa por él con tal de que nos de una palmadita en la espalda diciendo "Argentina, te quiero". Yo no creo que eso sea ser el mejor publico, sino que demuestra un gran complejo de inferioridad en la necesidad del ser reconocidos por un famoso”, opina Hernán Ferreirós, periodista de la Rolling Stone, “los argentinos nos creemos destinados a tener exito y siempre nos va mal. Entonces necesitamos que alguien nos diga 'no importa que fracasen, igual son especiales'. Somos la eterna promesa, la eterna oportunidad desperdiciada. Nos gusta pensar que somos un pais que tiene todo para estar entre los mejores del mundo pero hay algo, incomprensible, fortuito, inmanejable, que nos hace fracasar siempre. De ahi nuestra mezcla de soberbia, 'somos los mejores', y nuestro complejo de inferioridad ante la gente a la que le va realmente bien”. Sin embargo, no todos son iguales, hay muchos espectadores que tampoco están de acuerdo. Pablo Aliveta tiene 20 años y “ama ir a recitales” pero entiende la queja de la gente en cuando al comportamiento, sobre todo opina que los recitales se estan llenando mucho de gente por el esnobismo de “hay que estar”. “No saben como estar en un recital, no saben hacer pogo, y deberían cantar menos. La protagonista es la música, después los artistas. Nunca la gente”.

La entrada más barata para ir a ver a Madonna en Europa rondaba los 200 euros mientras que la entrada más cara para verla en Buenos Aires fue de 630 pesos. Un precio altísimo para nosotros, argentinos, devaluados, pero muy pobre para Madonna que gana el doble en cualquier otro país del mundo. ¿Por qué es que los artistas siguen apostando en Argentina cuando ni siquiera les es ruditable? La verdad es que, tan triste como suena, seguimos siendo un lugar casi exótico en el mundo, y los artistas nos “usan” como marketing personal. Es una manera de juntar curriculum mas que para otra cosa, para poder decir, “Toque en Japón, toque en Argentina” y todos queden impresionados. Más alla de eso, los artistas firman contratos con productoras para hacer las giras y sus itinerarios están armados por esas mismas productoras, sin lugar a sugerencias, por lo tanto hacen lo que ellas les piden y van a donde ellas quieren que vayan.
Solo hay una cosa que los argentinos amamos más que la música en vivo: el fútbol. No hay que ser un genio para darse cuenta de que los recitales están repletos de los mismos rituales del fútbol: los cánticos, las banderas, las bengalas. “La influencia del fútbol en la música afecta y de manera muy negativa. Las bengalas fueron importadas del fútbol al rock, y ahí tenés Cromañon y sus 194 muertos”, comenta Pablo Strozza, también periodista de la Rolling Stone, “también pasa por una pauperización de la vida que vino de la mano de la presidencia de Carlos Menem. Esa cosa de que el público sea tan protagonista como el músico sí es culpa del fútbol, del “aguante”, de la “hinchada que más gente lleva” y demás”. En Inglaterra con bandas como Oasis, que son las equivalentes a las bandas fútboleras (llamadas también bandas “chabon”) de aca (Jóvenes Pordioseros, Callejeros), se puede ver un comportamiento similar del público. Por lo menos un poco más pasional a la hora de gritar y saltar, en donde se nota el denominador común entre ambos países, el fútbol.

“El rock sufrió una transformación. En los 90 dejó de ser un fenómeno de clase media para llegar a los sectores populares, desde que sectores de clase media se empobrecieron y llevaron parte de su bagage cultural, como el gusto por el rock, a los sectores mas desfavorecidos que empezaron a integrar” dice Carlos “Bebe” Contepomi, actual conductor de La Viola por TN. Aunque también es verdad que siguen yendo los mismo “millonarios” de siempre con sus vips y su nunca bien ponderado “¡hay que estar!” odiado por las personas menos adineradas que tienen que conformarse con ubicaciones no tan cómodas.

A pesar de la demagogia de los artistas, o nuestro complejo de inferioridad, o la influencia de las barrasbravas en el público, el público argentino sueña con consagrarse el campeón entre los públicos mundiales. Destacarse por fin el algo que no sea el fútbol y quedaar en la memoria de nuestros ídolos para siempre. Sabemos que los Stones nos tienen cariño y si lo demás es demagogia... Cuando te cuentan una leyenda, un mito urbano, sentís esa nube de incertidumbre por saber más. Un enigrma que te carcome pero te encanta al mismo tiempo. Si alguna vez te cuentan lo que en verdad pasó, no es tan emocionante. Preferís la leyenda. Siempre. Entonces mientras la leyenda viva... ¿por qué matarla?

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