“Nuestra misión es organizar toda la información en el mundo”. En 1998, con esas palabras Sergey Brin y Larry Page crearon Google, el motor de búsqueda más utilizado del planeta. Desde ese año, Google se ha convertido en un imperio imparable con más de 100 productos bajo su poderío. Es que organizar toda la información del planeta es una tarea de nunca acabar. Por eso en el 2004, Google dio a conocer su más reciente proyecto masivo: Google Books. Una iniciativa para digitalizar todo el material escrito existente. Como era de esperarse el proyecto tuvo reacciones encontradas por parte de las editoriales y autores alrededor del mundo y durante los últimos años la compañía atravesó varios juicios por supuesta violación de derechos de autor. Hoy en día la cantidad de libros escaneados por Google supera los 15 millones y sigue en alza. Para algunos, el proyecto supondrá un monopolio de facto del buscador sobre la distribución electrónica de millones de obras. Para otros, una maravillosa oportunidad para difundir el saber a todo el globo.
“Google lo que quiere es que cuando vos buscás algo encuentres toda la información relacionada con esa búsqueda; páginas de Internet, noticias y eventualmente en los libros”, dice Alberto Arébalos, director de comunicaciones y asuntos públicos de Google para América Latina, “las editoriales tienen que realizar un acto de fe con nosotros. Nos tienen que dar todo su contenido, que es su mayor valor, y creerse que no vamos a utilizarlo en contra de sus intereses”. Ese “acto de fe” al que se refiere Arébalos es precisamente a lo que a tantas personas les sonó extraño. Sobre todo con la historia de trasfondo con la que carga Google en Estados Unidos.
La compañía comenzó escaneando libros de la biblioteca de la Universidad de Michigan por pedido de la propia universidad. Tras su entrada en la bolsa, en octubre del 2004, Google presenta en la Feria del Libro de Frankfurt su proyecto Google Print for Publishers: se invita a los editores a dar sus libros para que Google los digitalice, los indexe y dé un acceso más o menos restringido, según el estado de los derechos y el acuerdo escogido. Poco tiempo después revelan Google Print Library Project y su intención de digitalizar 15 millones de libros provenientes de las bibliotecas de Stanford y Harvard, la Bodleian de Oxford y la Biblioteca Pública de Nueva York. El proyecto fue suspendido en junio del 2005 ante los problemas de copyright suscitados por la Association of American Publishers. Se reanudó en noviembre del 2005 con el nombre Google Books, que, dice Google, “refleja con más exactitud la manera en que lo utiliza la gente”, y pone el acento en el beneficio que debería sacar la industria del libro más que en la competencia hecha al paradigma de Gutenberg. El proyecto tiene Google escrito en todos lados: es de una amplitud sin medida común con las digitalizaciones existentes (el proyecto Gutenberg, lanzado por Michael Hart a partir de 1971 propone 18000 libros en línea, el Million Book Project de la Carnegie Melon University alrededor de 600 mil y Gallica, la biblioteca digital de la Biblioteca Nacional de Francia, hoy da acceso a 70 mil volúmenes en modo imagen y 1220 en modo texto). Google Books pone en marcha una tecnología de una calidad y rapidez excepcional a un bajo costo (60 dólares por obra escaneada), propone una interfaz de utilización transparente y eficaz con interrogación posible por palabras clave sobre todo el texto (esto quiere decir, en palabras de Arébalos, “No es solo escanear, no es sacarle una foto al libro, es hacer que los caracteres del libro, sean buscables, transformar el libro en un archivo de Word). Es Google también en su política del hecho consumado (defenderse una vez cumplido lo que querían) y desprecio por los problemas jurídicos –si pasa bien, y si no también, pero con argumentos- en cuánto a la polémica cuestión del copyright. Por último es Google en su aura misionera: toda la información del mundo para todos, hacia un mundo mejor.
De inmediato, un sin fin de resistencias se presentan ante el buscador. La cuestión que más controversia despertó es la de los derechos, principalmente cuando la reglamentación difiere según los países. Por ejemplo en Estados Unidos lo que se viola es el copyright mientras que en Argentina son los derechos de autor, dos conceptos confundidos con frecuencia pero que no son equivalentes. La diferencia principal es que el copyright anglosajón designa solamente la parte patrimonial de los derechos de autor relacionados con la obra (representación, reproducción, reutilización, etc.) pero no los “derechos morales” ligados con la persona del autor (atribución, respeto por la integridad de la obra, derecho de suspensión), que por su parte son inalienables, perpetuos, imprescriptibles y transmisibles a los herederos o ejecutores testamentarios. Estos últimos “derechos morales” son los que rigen en la Argentina llamados derechos de autor.
Google defiende sus acciones bajo la política del hecho consumado: este proyecto es un Alexandrian Project, como ellos lo definen, una misión hercúlea, y si hubiera que pedir permiso a todos los derechohabientes antes de escanear, el proyecto se volverían simplemente imposible, en tiempo y en costo. Los costos de identificar, localizar y contactar a los titulares de los derechos de propiedad intelectual podrían llegar a las decenas de millones de dólares.
Luego, Arébalos explica, que “cuando las obras se hallan bajo derechos, solo se pueden ver las palabras alrededor de la palabra que el usuario busca, esto se llaman snippets. Cuando esa palabra clave son términos recurrentes del libro, da acceso a tres snippets y ni uno más”.
Google no logra entender como un instrumento tan útil puede convertirse en algo tan controversial. La American Association of Publishers y la Authors Guild se encargaron de explicárselo: Google posee una copia digitalizada de algo que no le pertenece, que no compró ni siquiera solicitó. Hace funcionar de cabeza el derecho del copyright, propone un opt-out (usted debe solicitarle salir de su programa) en vez de un opt-in (él debería pedirle a usted entrar en su programa). Como para los cookies, encontramos el hecho consumado del quien calla otorga.
Los archi-enemigos de Google encontraron en esto una buena razón para juntarse y conformar la Open Content Alliance, conformada por Microsoft, Yahoo! y Amazon. “No es en contra del proyecto en sí, sino en contra del proyecto inicial, de cómo esta siendo llevado a cabo. Estamos en contra del ‘opt-out’ que es el proceso por el que se rige Google. Básicamente Google escaneó todos los libros que quiso, con o sin derecho de autor, y luego preguntó quien no quería que se publicara. Google no tiene ningún derecho como para escanear esos libros aunque luego dé la posibilidad de que se abstenga el que quiera. Los derechos ya fueron violados al escanear esas páginas.”, explica Jorge Cella, Director de Calidad de Servicio y Seguridad en Microsoft.
Suponiendo que el perjuicio a los derechos de autor fuera probado, Google posee una argumentación para retrucar: el fair use. El fair use es una regla que autoriza un uso no comercial con objetivo educativo tales como la crítica, el comentario, el reportaje, la enseñanza, el estudio o la investigación. Y Google realmente se basa en esto: la copia integral no está puesta a disposición (snippets) y no es utilizada con fines comerciales directos, no perjudica la comercialización hecha por los derechohabientes, muy por el contrario.
Finalmente el 28 de octubre del 2008 Google accedió a pagar 125 millones de dólares a los derecho habientes de las obras que había escaneado sin autorización. Además inauguró la página Book Registry en la que los autores pueden reclamar que su obra ha sido escaneada sin previa autorización y recibirán 60 dólares por cada libro. Fue creado para demostrar que el acuerdo de Google Books no es exclusivo y para que otros interesados puedan montar negocios similares. Sin embargo, está fuertemente ligado a Google ya que ellos ponen la plata para mantenerlo (35 millones de dólares para crearlo). Pese a esto, si bien esto salda el problema en los Estados Unidos, en los demás países sigue habiendo problemas. “El acuerdo que Google está firmando con los editores de Estados Unidos alcanza los usos del material que se realicen en ese país, quedando fuera este concepto en otros países como Argentina”, explica Gerardo Filipelli, abogado de la Cámara Argentina del Libro (CAL) y del Centro de Administración de Derechos Reprográficos (CADRA) que presentó un amparo ante la Justicia, “la lucha estará orientada a prohibir la visualización de aquellos libros propiedad de editores que no se sumaron al acuerdo propuesto por Google, y no aceptaron recibir 60 dólares por obra ilegalmente escaneada. Cuando se acabó el plazo para aceptar formar parte o no, Google ganó por omisión ya que se quedó con todas aquellas obras que nadie salió a reclamar, sin tener derechos sobre las mismas. Se colocan en una situación monopólica de la administración de las obras: es un dominio privado que no tienen”.
A pesar de todo esto, hay muchas editoriales que ya se han acoplado al plan de Google, como es el caso de la Editorial Colihue. “Me ocupé de investigar el proyecto de Google Books, asistir a las reuniones que se hicieron en sus oficinas en Puerto Madero, y, de hablar con ellos para inscribirnos, finalmente a fines del 2009. Enviamos parte de nuestro catálogo, aunque sólo se podrá acceder al 20% de cada uno de nuestros libros”, cuenta Fabián Narvaja, el encargado de prensa de Ediciones Colihue. Como bien señala, cada editorial puede decidir cual es el porcentaje que quieren que se vean de sus libros, o cantidad de páginas o de palabras. Otras editoriales que también se han sumado a la movida son Autores Argentinos, Kapelusz, y Katz Editores. Hay editoriales que aun no están convencidas pero que no han dado un no definitivo. Es el caso de la Editorial Heliasta. “Yo estoy a favor de todo proyecto que respete el Derecho de Autor y mucho más si además da ganancias, pero estas deben ser ganancias reales. Si un libro se vende a 10 dólares y a quienes facilitan el libro les dan el 25% de esa cifra lo que queda para repartir es muy poco y si los autores quieren el 50% del monto que recibe el editor, al editor le va a costar mucho cubrir sus costos”, explica con mucha lógica Ana María Cabanellas, Socia Gerente Editorial de Editorial Heliasta y Presidente Editorial de Editorial Claridad. Las ganancias en este proyecto se generarán a través de la publicidad en las páginas donde aparezcan las vistas preliminares de los libros. Google se quedaría con el 37% de estás ganancias y dará el 63% a editores y autores. “Los autores ven la posibilidad de que los lectores hallen sus libros que ya no se imprimen como una victoria cultural más que como una victoria financiera”, dice Alberto Arébalos.
¿Monopolio natural o bisagra en la cultura mundial hacia una apertura global? Tras años de altercados, Google Books finalmente se afianza entre las editoriales alrededor del mundo: más de 35.000 asociadas y más de 100 países. Crece como herramienta para redescubrir viejos libros que ya no se imprimen, como nuevas oportunidades de ingresos de pequeñas editoriales. Año por año Google fue saldando sus ofensas contra diferentes sindicatos de autores y editores. Ahora tan solo queda sentarse y esperar buenos resultados. “Si algo hemos comprobado con Google Books es que las editoriales aumentan sus ventas en vez de reducirlas”, finaliza Alberto Arébalos, con una sonrisa de aquél que realmente cree en lo que dice.
2 comentarios:
Esto es impublicable.
te quiero fede
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