Jean Jacques Rousseau probablemente no habrá soñado nunca la influencia que tendría sobre el siglo XXI y sobre un país cuyos perfiles en los tiempos que diseñó el concepto de la “voluntad general” no se habían siquiera definido.
La idea de que una sociedad tiene una voluntad propia distinta de la de los individuos que la componen es la base teórica más sólida que ha encontrado el fascismo moderno y otros regimenes menores, menos pretenciosos pero igualmente malsanos. La idea de la voluntad general excluye por definición la existencia de otras “voluntades” y pareceres que se le opongan. Para los titulares de esas opiniones no puede caber más que el exilio o la condena que se les impone a los enemigos.
Bajo el principio de la voluntad general, quien vaya contra la corriente, quien “saque los pies del plato”, como diría Perón, debe ser marginado y execrado: es un enemigo de la nación y del pueblo.
La noción del Estado como representación de esa voluntad general se emparienta necesariamente con una restricción severa al derecho individual y con el principio que comienza a hacer de la Patria, el Estado y los gobernantes un peligroso sinónimo.
Según este razonamiento la Patria es el receptáculo de la voluntad general, el Estado es la representación de la Patria y los gobernantes quienes encarnan al Estado. Un simple silogismo une a los gobernantes con la Patria.
En el concepto de la voluntad general, los individuos no son libres si no parte de un grupo. Su existencia carecería de significado si no estuvieran en relación con lo colectivo.
Cuando un hombre encarna la voluntad general se produce una suerte de adoración que lleva la política al terreno de las religiones. El concepto de la voluntad general conduce a la idolatría del Estado.
Las personas pasan a creer que nada es superior al Estado y que nada debe estar fuera del Estado ni en su contra. El lema fascista de Benito Mussolini podría haber repetido los conceptos de Rousseau.
Muchos regimenes actualmente imperantes en America Latina, operan sobre la base los principios rousseaunianos de la “voluntad general”. Todos los que trasmiten una idea social de “amigo”/ “enemigo” en realidad se apoyan en la teoría de Rousseau según la cual la sociedad tiene una voluntad y quien la contraria debe convertirse o morir.
Realmente cuesta entender como Rousseau se las ingenió para ser recordado como un padre de la libertad cuando las bases de sus ideas conducen cuando menos al autoritarismo.
Todos los regimenes populistas tienen este denominador común contario a la libertad individual y al estímulo del pensamiento diferente.
Las claras alusiones del gobierno actual de la Argentina a la existencia de “enemigos” de la Patria tienen un fuerte contenido rousseauniano. Según este modelo la existencia de personas que tengan una visión diferente de la realidad nacional simplemente no puede permitirse. Si esas personas están en contra del pensamiento dominante (voluntad general) entonces necesariamente deben tener intereses contrarios al país o, lo que es peor, a la Patria.
Como Rousseau representó el costado más fascista de la Revolución Francesa, la Argentina está ingresando peligrosamente en un perfil parecido: “juicios” públicos a periodistas, negación de la libertad de expresarse a Hilda Molina, ejercicio de la violencia (algo así como una variante ‘robesperriana’ de la “voluntad general”) para impedir que ciudadanos libres se expresen (presentación del libro del periodista Gustavo Noriega sobre el INDEC) escraches variados a quienes opinan diferentes, fuerzas de choque que amenazan y silencian a los que se oponen.
La influencia de estos pensadores ha sido dramática para el nacimiento de los peores totalitarismos que el mundo ha conocido. La aspiración altanera de otorgarle a un cuerpo colectivo propiedades que solo tienen las personas individuales, conlleva necesariamente a la existencia de superestructuras encarnadas por personas que se arrogan la personalidad del pueblo. El mundo ha entregado suficientes malos ejemplos al respecto.
La Argentina actual tiene lamentablemente muchos de estos perfiles cuando menos totalitarios, de supresión del pensamiento diferente que aunque no lo sospechen quienes los practican, tienen en este tristemente célebre pensador francés a su más remoto inspirador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario