viernes, 17 de diciembre de 2010

Google: La nueva biblioteca de Alejandría

“Nuestra misión es organizar toda la información en el mundo”. En 1998, con esas palabras Sergey Brin y Larry Page crearon Google, el motor de búsqueda más utilizado del planeta. Desde ese año, Google se ha convertido en un imperio imparable con más de 100 productos bajo su poderío. Es que organizar toda la información del planeta es una tarea de nunca acabar. Por eso en el 2004, Google dio a conocer su más reciente proyecto masivo: Google Books. Una iniciativa para digitalizar todo el material escrito existente. Como era de esperarse el proyecto tuvo reacciones encontradas por parte de las editoriales y autores alrededor del mundo y durante los últimos años la compañía atravesó varios juicios por supuesta violación de derechos de autor. Hoy en día la cantidad de libros escaneados por Google supera los 15 millones y sigue en alza. Para algunos, el proyecto supondrá un monopolio de facto del buscador sobre la distribución electrónica de millones de obras. Para otros, una maravillosa oportunidad para difundir el saber a todo el globo.
“Google lo que quiere es que cuando vos buscás algo encuentres toda la información relacionada con esa búsqueda; páginas de Internet, noticias y eventualmente en los libros”, dice Alberto Arébalos, director de comunicaciones y asuntos públicos de Google para América Latina, “las editoriales tienen que realizar un acto de fe con nosotros. Nos tienen que dar todo su contenido, que es su mayor valor, y creerse que no vamos a utilizarlo en contra de sus intereses”. Ese “acto de fe” al que se refiere Arébalos es precisamente a lo que a tantas personas les sonó extraño. Sobre todo con la historia de trasfondo con la que carga Google en Estados Unidos.
La compañía comenzó escaneando libros de la biblioteca de la Universidad de Michigan por pedido de la propia universidad. Tras su entrada en la bolsa, en octubre del 2004, Google presenta en la Feria del Libro de Frankfurt su proyecto Google Print for Publishers: se invita a los editores a dar sus libros para que Google los digitalice, los indexe y dé un acceso más o menos restringido, según el estado de los derechos y el acuerdo escogido. Poco tiempo después revelan Google Print Library Project y su intención de digitalizar 15 millones de libros provenientes de las bibliotecas de Stanford y Harvard, la Bodleian de Oxford y la Biblioteca Pública de Nueva York. El proyecto fue suspendido en junio del 2005 ante los problemas de copyright suscitados por la Association of American Publishers. Se reanudó en noviembre del 2005 con el nombre Google Books, que, dice Google, “refleja con más exactitud la manera en que lo utiliza la gente”, y pone el acento en el beneficio que debería sacar la industria del libro más que en la competencia hecha al paradigma de Gutenberg. El proyecto tiene Google escrito en todos lados: es de una amplitud sin medida común con las digitalizaciones existentes (el proyecto Gutenberg, lanzado por Michael Hart a partir de 1971 propone 18000 libros en línea, el Million Book Project de la Carnegie Melon University alrededor de 600 mil y Gallica, la biblioteca digital de la Biblioteca Nacional de Francia, hoy da acceso a 70 mil volúmenes en modo imagen y 1220 en modo texto). Google Books pone en marcha una tecnología de una calidad y rapidez excepcional a un bajo costo (60 dólares por obra escaneada), propone una interfaz de utilización transparente y eficaz con interrogación posible por palabras clave sobre todo el texto (esto quiere decir, en palabras de Arébalos, “No es solo escanear, no es sacarle una foto al libro, es hacer que los caracteres del libro, sean buscables, transformar el libro en un archivo de Word). Es Google también en su política del hecho consumado (defenderse una vez cumplido lo que querían) y desprecio por los problemas jurídicos –si pasa bien, y si no también, pero con argumentos- en cuánto a la polémica cuestión del copyright. Por último es Google en su aura misionera: toda la información del mundo para todos, hacia un mundo mejor.
De inmediato, un sin fin de resistencias se presentan ante el buscador. La cuestión que más controversia despertó es la de los derechos, principalmente cuando la reglamentación difiere según los países. Por ejemplo en Estados Unidos lo que se viola es el copyright mientras que en Argentina son los derechos de autor, dos conceptos confundidos con frecuencia pero que no son equivalentes. La diferencia principal es que el copyright anglosajón designa solamente la parte patrimonial de los derechos de autor relacionados con la obra (representación, reproducción, reutilización, etc.) pero no los “derechos morales” ligados con la persona del autor (atribución, respeto por la integridad de la obra, derecho de suspensión), que por su parte son inalienables, perpetuos, imprescriptibles y transmisibles a los herederos o ejecutores testamentarios. Estos últimos “derechos morales” son los que rigen en la Argentina llamados derechos de autor.
Google defiende sus acciones bajo la política del hecho consumado: este proyecto es un Alexandrian Project, como ellos lo definen, una misión hercúlea, y si hubiera que pedir permiso a todos los derechohabientes antes de escanear, el proyecto se volverían simplemente imposible, en tiempo y en costo. Los costos de identificar, localizar y contactar a los titulares de los derechos de propiedad intelectual podrían llegar a las decenas de millones de dólares.
Luego, Arébalos explica, que “cuando las obras se hallan bajo derechos, solo se pueden ver las palabras alrededor de la palabra que el usuario busca, esto se llaman snippets. Cuando esa palabra clave son términos recurrentes del libro, da acceso a tres snippets y ni uno más”.
Google no logra entender como un instrumento tan útil puede convertirse en algo tan controversial. La American Association of Publishers y la Authors Guild se encargaron de explicárselo: Google posee una copia digitalizada de algo que no le pertenece, que no compró ni siquiera solicitó. Hace funcionar de cabeza el derecho del copyright, propone un opt-out (usted debe solicitarle salir de su programa) en vez de un opt-in (él debería pedirle a usted entrar en su programa). Como para los cookies, encontramos el hecho consumado del quien calla otorga.
Los archi-enemigos de Google encontraron en esto una buena razón para juntarse y conformar la Open Content Alliance, conformada por Microsoft, Yahoo! y Amazon. “No es en contra del proyecto en sí, sino en contra del proyecto inicial, de cómo esta siendo llevado a cabo. Estamos en contra del ‘opt-out’ que es el proceso por el que se rige Google. Básicamente Google escaneó todos los libros que quiso, con o sin derecho de autor, y luego preguntó quien no quería que se publicara. Google no tiene ningún derecho como para escanear esos libros aunque luego dé la posibilidad de que se abstenga el que quiera. Los derechos ya fueron violados al escanear esas páginas.”, explica Jorge Cella, Director de Calidad de Servicio y Seguridad en Microsoft.
Suponiendo que el perjuicio a los derechos de autor fuera probado, Google posee una argumentación para retrucar: el fair use. El fair use es una regla que autoriza un uso no comercial con objetivo educativo tales como la crítica, el comentario, el reportaje, la enseñanza, el estudio o la investigación. Y Google realmente se basa en esto: la copia integral no está puesta a disposición (snippets) y no es utilizada con fines comerciales directos, no perjudica la comercialización hecha por los derechohabientes, muy por el contrario.
Finalmente el 28 de octubre del 2008 Google accedió a pagar 125 millones de dólares a los derecho habientes de las obras que había escaneado sin autorización. Además inauguró la página Book Registry en la que los autores pueden reclamar que su obra ha sido escaneada sin previa autorización y recibirán 60 dólares por cada libro. Fue creado para demostrar que el acuerdo de Google Books no es exclusivo y para que otros interesados puedan montar negocios similares. Sin embargo, está fuertemente ligado a Google ya que ellos ponen la plata para mantenerlo (35 millones de dólares para crearlo). Pese a esto, si bien esto salda el problema en los Estados Unidos, en los demás países sigue habiendo problemas. “El acuerdo que Google está firmando con los editores de Estados Unidos alcanza los usos del material que se realicen en ese país, quedando fuera este concepto en otros países como Argentina”, explica Gerardo Filipelli, abogado de la Cámara Argentina del Libro (CAL) y del Centro de Administración de Derechos Reprográficos (CADRA) que presentó un amparo ante la Justicia, “la lucha estará orientada a prohibir la visualización de aquellos libros propiedad de editores que no se sumaron al acuerdo propuesto por Google, y no aceptaron recibir 60 dólares por obra ilegalmente escaneada. Cuando se acabó el plazo para aceptar formar parte o no, Google ganó por omisión ya que se quedó con todas aquellas obras que nadie salió a reclamar, sin tener derechos sobre las mismas. Se colocan en una situación monopólica de la administración de las obras: es un dominio privado que no tienen”.
A pesar de todo esto, hay muchas editoriales que ya se han acoplado al plan de Google, como es el caso de la Editorial Colihue. “Me ocupé de investigar el proyecto de Google Books, asistir a las reuniones que se hicieron en sus oficinas en Puerto Madero, y, de hablar con ellos para inscribirnos, finalmente a fines del 2009. Enviamos parte de nuestro catálogo, aunque sólo se podrá acceder al 20% de cada uno de nuestros libros”, cuenta Fabián Narvaja, el encargado de prensa de Ediciones Colihue. Como bien señala, cada editorial puede decidir cual es el porcentaje que quieren que se vean de sus libros, o cantidad de páginas o de palabras. Otras editoriales que también se han sumado a la movida son Autores Argentinos, Kapelusz, y Katz Editores. Hay editoriales que aun no están convencidas pero que no han dado un no definitivo. Es el caso de la Editorial Heliasta. “Yo estoy a favor de todo proyecto que respete el Derecho de Autor y mucho más si además da ganancias, pero estas deben ser ganancias reales. Si un libro se vende a 10 dólares y a quienes facilitan el libro les dan el 25% de esa cifra lo que queda para repartir es muy poco y si los autores quieren el 50% del monto que recibe el editor, al editor le va a costar mucho cubrir sus costos”, explica con mucha lógica Ana María Cabanellas, Socia Gerente Editorial de Editorial Heliasta y Presidente Editorial de Editorial Claridad. Las ganancias en este proyecto se generarán a través de la publicidad en las páginas donde aparezcan las vistas preliminares de los libros. Google se quedaría con el 37% de estás ganancias y dará el 63% a editores y autores. “Los autores ven la posibilidad de que los lectores hallen sus libros que ya no se imprimen como una victoria cultural más que como una victoria financiera”, dice Alberto Arébalos.
¿Monopolio natural o bisagra en la cultura mundial hacia una apertura global? Tras años de altercados, Google Books finalmente se afianza entre las editoriales alrededor del mundo: más de 35.000 asociadas y más de 100 países. Crece como herramienta para redescubrir viejos libros que ya no se imprimen, como nuevas oportunidades de ingresos de pequeñas editoriales. Año por año Google fue saldando sus ofensas contra diferentes sindicatos de autores y editores. Ahora tan solo queda sentarse y esperar buenos resultados. “Si algo hemos comprobado con Google Books es que las editoriales aumentan sus ventas en vez de reducirlas”, finaliza Alberto Arébalos, con una sonrisa de aquél que realmente cree en lo que dice.

martes, 14 de diciembre de 2010

Querido Japón: BASTA.

Ordenando mi cuarto hoy me di cuenta de que tengo demasiados controles remotos. Tengo un control de la tele, un control del decodificador, un control del dvd, un control del aire acondicionado y un control que no anda que por alguna razón decidí que era menester quedármelo. Mi conclusión fue: Soy dueña de demasiadas cosas que no sé usar. Es realmente vergonzoso. El problema es que siguen inventando nuevas tecnologías que nadie pidió. Se creen que queremos eso de congelar la imagen y el famoso Split de pantalla. Como si fuera cómodo o conveniente ver dos programas a la vez. Imagínense, ShowMatch en uno y Gran Hermano en el otro. Al mismo tiempo. Se te terminan por morir las pocas neuronas que te quedaban de la noche anterior cuando te golpeaste la cabeza intentando imitar el pasito de Joaquin Starosta (está muy mal que sepa quién es este hombre). 
Pero volviendo.
Cosas que no necesitamos. Relojes que hacen café y cámaras de fotos que hablan. No queremos eso. Saben que es lo que quiero? Quiero tirarme en el pasto y no hacer nada. Eso es realmente lo único que quiero. Si pudiera acostarme media hora sin hacer NADA. Sin tocar un botón. Ahí sería tan feliz. Estoy leyendo manuales desde el '93. Ya no puedo más. Quiero escribir una carta:

"Querido Japón: BASTA. Estamos bien. Todas estas cosas ya son suficientes. Por qué no paran con los celulares y DVDs y trabajan un rato en enfermedades. Vayan a curar algo-- yo mientras tanto descifro como funciona mi grabador digital."

Creo que el problema principal de no poder dominar nuestros juguetes tecnológicos es porque simplemente ya no queda espacio en nuestros cerebros. En cierto punto de la vida tu cerebro dice, "Gracias pero ya cerramos.  Estamos llenos hasta el tope. No estamos aceptando nueva información".
Realmente ya no puedo acordarme de nada sola. Hasta cosas simples como números de teléfono. Si tengo que llamar a alguien para pedir un número, no me puedo acordar los 7 números. Es demasiado. Tengo que dividirlo con quien esté conmigo en ese momento.

X1: "Es... Cuatro-ocho-tres-uno"
Yo: "OK. Cuatro-ocho-tres-uno, eso es tuyo, te lo acordás?"
X1: "...seis-cinco-dos-cuatro"
Yo: "Bien. Seis-cinco-dos-cuatro"

Corto. Me lo tatúo en el cerebro. "Seis-cinco-dos-cuatro. Seis-cinco-dos-cuatro"

Yo: "OK. Cómo era la primera parte?
X2: "Me olvidé"
Yo: "Te olvidaste? Cómo te olvidaste?! Yo tenía CUATRO números y me los pude acordar todos".

Llamás de nuevo. "Hola, perdón por molestar, pero la persona que está conmigo se distrajo y falló en la mínima tarea que le delegué. Puedo tener otra chance?"

Algunas veces puedo acordarme los números si hay algún tipo de patrón. Como números de a pares. "Cuatro-tres-ocho-dos, cinco-cinco, ocho-ocho." Acá por lo menos intentan colaborar con la causa. Algunas veces te toca una escalera y te emocionás demasiado.

"Llamame cuando puedas, mi nuevo teléfono es: "Cuatro-ocho-siete-seis, cinco-cuatro-tres-dos"
Vos: "Es un chiste? Te voy a llamar todos los días. Este número es simplemente... fantástico. Precioso. Te voy a llamar entre cinco y seis veces por día. Es más, corta ahora mismo. Te quiero llamar de nuevo solo para usarlo".

Cuando te mudás te dan un número nuevo y no tenés mucho voto en lo que te toque. Y deberías, porque es algo importante. Tu número de teléfono es como tu nombre, querés uno bueno.
Un número malo es vergonzoso. "Ah, mirá lo que nos dieron- siete números, no hay secuencia, no hay patrones, no hay repeticiones- una mierda. Nadie nos va llamar nunca. Vos llamarías a un número asi? Yo no. Ahhh.... por qué nos molestamos en tener un teléfono si tenemos un número así? Prefiero mudarme de nuevo y arriesgarme."
Algunas veces nos desesperamos por hacer que nuestro número sea recordable. Sobre todo cuando la gente insiste en que no se lo pueden acordar. Si no hay un patrón en los números, buscás uno en el teclado del teléfono.

"Es una Z, después un sombrero, luego una especie de silla y para terminar la firma de Walt Disney. Eso: Z, sombrero, silla, Disney--llamame".

domingo, 5 de diciembre de 2010

Es feo? Matalo.

Aparentemente nos ponemos mal cuando matan a un animal solo si era tierno. Como los delfines. Nos ponemos super tristes cuando un delfín se queda atrapado en esas redes para cazar sardinas, pero a nadie le interesa las 10,000 sardinas muertas que están en el mismo barco. Las pequeñas y horribles sardinas, una encima de la otra, pidiendo ayuda. "Hola? Alguien? Me estoy muriendo. Por favor". A nadie le interesa.
Porque no son tiernas. Los delfines, por otro lado, tienen esa carita redondita siempre sonriente, los ojitos amistosos, esa cabeza peladita que te hace acordar a tu tío Hector. No podemos cazar y matar a algo que pareciera que pudiera aparecer en Navidad.
Nos indignamos cuando en otras culturas comen animales que nosotros no comemos. "Comen perros? Qué asco. Son salvajes. Como alguien puede comerse un perro."
Pero pollo? A quién le importa? "Cortalo en mil pedazos, metelo en un balde y lo comemos en el auto".
No son lindos. "Dddd, mirá ese pollo! Con esa cresta en la cabeza- es horrible! Pero más vale que sueltes ese cachorrito".
Los cachorritos son lo más tierno del mundo. Pero las langostas? "Hervila viva, así va a aprender... Podrías ser más linda... como un Labrador... MEDIA PILA".
Es como los tapados de piel. Nos da horror la idea de matar a foquitas bebes y zorros y nutrias. Pero nadie tendría problemas si de repente aparece alguien con un tapado largo hasta los pies de piel de rata. O un chaleco de zarigüella. A nadie le importa. Es exactamente igual a como nos tratamos a nosotros: penalizar a los feos, idolatrar a los lindos.
Manejalo.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Muuack: Somos raros

Hablemos de los besos por un momento. No me malinterpreten, dar y que te den un beso es lindo pero hay un error de diseño letal, por lo menos para mi: No creo que la cara de nadie deba estar a esa distancia de la tuya por esa cantidad de tiempo.
Es RARO y da MIEDO, también. Por qué se piensan que la gente cierra los ojos cuando da un beso? Pensémoslo. En la vida real, si una persona se te viene acercado hasta estar a 3 mm de tu cara con los ojos abiertos y los labios fruncidos, pegarías un grito. Es alarmante.
Además, todo el proceso no es particularmente halagador. Para ninguno de los dos. Entonces cerramos los ojos. Es seguro; nadie tiene que saber lo que parecés en esa condición.
Cerramos los ojos a menos que -y esta la hizo todo el mundo- el beso sea hiper largo. Si el beso dura años, procedés a hacer el famoso "abro un poco los ojos y te espío".
Todo el mundo hace esto y no estoy muy segura por qué. Supongo que queremos asegurarnos de que aun esté sucediendo. Porque sino quedamos como unos idiotas, el beso terminó y nadie te había avisado. Vos seguís y él ya está mirando boca-river. Definitivamente no queremos que pase eso.
Algunas veces las personas abren los ojos para chequear que onda la otra persona. Esto pasa mucho en relaciones nuevas. Hay demasiadas incógnitas. Entonces están ahí, haciendo lo suyo y de repente te saca la mano de la espalda. Te ponés nerviosa. "¿A dónde fue esa mano?" ?"¿Qué va a-- a apuñalarme?". Abrís los ojos de una. Tal vez está usando su mano libre para robarte cosas. "Juro que había un cenicero acá... Este flaco me está afanando ceniceros en mi cara".
Por lo tanto espiás. Solo para estar segura. Encima es justo, porque mientras vos le dabas un beso, él te espiaba a vos.
Una coincidencia muy desafortunada es cuando ambos espían al mismo tiempo. Esto no es bueno. Porque ahora lo que tenes son dos cabezas humanas con los labios juntos y los ojos super abiertos. No hay romance, no hay pasión - no hay nada. Solo hay alguien parado muy cerca tuyo con su nariz pegada a tu nariz. Todo el concepto de besarse de repente es grotesco y perverso.
Y los dos se ponen a la defensiva.

"¿Qué mirás?"
"¿Qué mirás vos?
"Yo no estaba mirando"
"Te vi mirar"
"Si, bueno, no me habrías visto mirando si no me hubieras mirado vos primero"
"Mirá... obviamente esto no está funcionando. Terminémosla acá mejor. Poné el cenicero donde estaba y nos olvidamos de que todo esto pasó".